6 dic 2011

¿Podrán ponerme la epidural si llevo un tatuaje lumbar?


Esta es una pregunta recurrente en las consultas de obstetricia y en la mismísima sala de partos, ya que hace unos años el tatuaje en la zona lumbar se puso de moda entre las adolescentes añosas, que ahora empiezan a tener hijos. Para poder contestarla, primero es necesario saber alguna cosilla sobre cómo se hacen los tatuajes y las punciones lumbares (para hacer anestesia epidural o sacar líquido cefalorraquídeo).

La tinta del tatuaje no se inyecta en la epidermis (la capa superior de la piel que vamos cambiando a lo largo de toda la vida y que se renueva una vez al mes). Por el contrario, se inyecta en la dermis, que es la segunda capa de piel más profunda. Las células de la dermis que son más estables fagocitan las moléculas de pigmento, por lo tanto, el tatuaje es prácticamente permanente, aunque con el tiempo perderá color (debido a la muerte de las mismas) y el dibujo se irá deformando según la pérdida de elasticidad de la piel. 

Así es como se distribuyen la tinta del tatuaje con el tiempo.

Para hacer una punción lumbar, hacemos servir unas agujas especiales, que tienen un mandril en su interior. El mandril es una barilla metálica que rellena el interior de la aguja; esto es necesario, puesto que si pincháramos con la aguja hueca, al atravesar la zona lumbar con toda esa cantidad de piel, músculo y ligamentos, la aguja quedaría obstruida de tejido y no podríamos ni introducir fármacos ni sacar líquido cefalorraquídeo. El problema es que, con el mandril, el tejido desplazado se introduce en el espacio subaracnoideo (donde se localiza el líquido cefalorraquídeo y donde nos interesa que llegue la aguja). Esta situación no es preocupante en el caso de piel sana, pero los anestesistas piensan que, en el caso de que el tejido contenga pigmentos, se puede generar una reacción a cuerpo extraño que, en el espacio subaracnoideo, se traduciría en un quiste epidérmico (ya que los macrófagos y otras células inmunitarias forman una especie de pelota celular intentando aislar el cuerpo extraño) o una aracnoiditis química (por irritación de la aracnoides, que es la segunda meninge que rodea el sistema nervioso central y debajo de la cual se encuentra el líquido).

Esta es la famosa punción lumbar (por cortesía de A.D.A.M.)

Otros grupos de anestesistas han sido bastante escépticos respecto a esta contraindicación basándose en datos histológicos. En primer lugar, el riesgo de quistes epidérmicos no tendría por qué aumentar en estas pacientes, ya que, como hemos visto en la figura anterior, al cabo de unos meses la epidermis está libre de pigmentos. Por otro lado, también hemos comentado que el pigmento que es retenido en la dermis queda allí porque las células dérmicas lo han fagocitado (de modo que el pigmento es intracelular), así que si el sistema inmunológico reacciona a algo, debe ser a la introducción de células que están donde no deberían, no a un pigmento que no pueden detectar al localizarse intracelularmente.

Realmente, este riesgo es algo más bien teórico y no sabemos a ciencia cierta que pasa en la práctica diaria. Para curarnos en salud, las guías clínicas proponen pinchar una zona libre de tatuaje (si la hay), seleccionar espacios intervertebrales más bajos (como entre la última vértebra lumbar y el sacro), eliminar el tatuaje en la zona a puncionar a golpe de bisturí (esto es un más cruento y a la paciente no le va a hacer ninguna gracia) o simplemente evitar la punción lumbar.

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